La ley de la ciudad de refugio era un sistema de los tiempos del Antiguo Testamento que permitía a los que habían matado a alguien sin intención huir del vengador y salvar su vida. Los pecadores prisioneros en la ciudad de refugio podían regresar a su patria cuando moría el sumo sacerdote ungido. Esto es una sombra que nos enseña acerca de nuestras almas.[1] A través de la ley de la ciudad de refugio, podemos obtener la respuesta a las preguntas: ¿de dónde vino el alma del hombre?, ¿adónde irá?, y comprender los principios fundamentales para la salvación de nuestras almas.

Una persona que ha matado a alguien sin intención, huyendo del vengador de la sangre.

La ciudad de refugio del Antiguo Testamento

Propósito

La ciudad de refugio se estableció para que aquellos que habían matado a alguien sin intención, huyeran del vengador de la sangre. Conforme a la ley del Antiguo Testamento, los homicidas tenían que pagar por sus pecados con su propia vida, y los familiares o parientes de las víctimas podían matar a los homicidas.[2] En el caso de una persona acusada de asesinato, se mantenía a salvo en la ciudad de refugio y era juzgada delante de la congregación para decidir si era homicida con o sin intención.[3]

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: [...] os señalaréis ciudades, ciudades de refugio tendréis, donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención. Y os serán aquellas ciudades para refugiarse del vengador, y no morirá el homicida hasta que entre en juicio delante de la congregación.”

- Números 35:9-12


Ubicaciones

 
Ubicación de las ciudades de refugio

Las ciudades de refugio estaban ubicadas en seis ciudades de Israel, tres ciudades al oriente del río Jordán (Beser, Ramot en Galaad, Golán en Basán) y tres ciudades al occidente del río (Cedes en Galilea, Siquem, Hebrón).[4][5] Cada ciudad de refugio estaba a una distancia de unos 30 km, a la que se podía llegar de cualquier parte de Israel en tan solo un día. Era para prevenir que los fugitivos fueran asesinados mientras huían a la ciudad de refugio.[6]

Características

Los que habían cometido homicidio podían huir a la ciudad de refugio para proteger su vida, pero no todos estaban protegidos. Aquel que era hallado culpable de haber matado a alguien intencionalmente era condenado a muerte, aunque hubiera entrado en la ciudad de refugio.[7] Por el contrario, aquel de quien se determinaba que había matado a alguien sin intención, a través de un juicio, podía volver a la ciudad de refugio donde se había refugiado, y morar allí por un tiempo determinado. Su permanencia duraba hasta la muerte del sumo sacerdote, el cual fue ungido con el aceite santo. Si el sumo sacerdote moría pronto, significaba que serían liberados pronto y regresarían a su patria. Si moría mucho después, quería decir que podían volver a su patria tras un largo tiempo.

“Mas si casualmente lo empujó sin enemistades, o echó sobre él cualquier instrumento sin asechanzas, o bien, sin verlo hizo caer sobre él alguna piedra que pudo matarlo, y muriere, y él no era su enemigo, ni procuraba su mal; entonces la congregación juzgará entre el que causó la muerte y el vengador de la sangre conforme a estas leyes; y la congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre, y la congregación lo hará volver a su ciudad de refugio, en la cual se había refugiado; y morará en ella hasta que muera el sumo sacerdote, el cual fue ungido con el aceite santo. Mas si el homicida saliere fuera de los límites de su ciudad de refugio, en la cual se refugió, y el vengador de la sangre le hallare fuera del límite de la ciudad de su refugio, y el vengador de la sangre matare al homicida, no se le culpará por ello; pues en su ciudad de refugio deberá aquel habitar hasta que muera el sumo sacerdote; y después que haya muerto el sumo sacerdote, el homicida volverá a la tierra de su posesión.”

- Números 35:22-28

La única manera de que los homicidas, confinados en la ciudad de refugio, regresaran a su patria era a través de la muerte del sumo sacerdote. Sin la muerte del sumo sacerdote, los homicidas no podían regresar a su propia tierra aunque pagaran un rescate.[8]

La realidad de la ley de la ciudad de refugio

La ley del Antiguo Testamento es una sombra de los bienes venideros que sucederá en el Nuevo Testamento.[1] La ley de la ciudad de refugio del Antiguo Testamento es también una sombra y una profecía, sobre el asunto del alma del hombre.

Originalmente, los seres humanos son pecadores

El apóstol Pablo dijo que no hay ningún justo en esta tierra.[9] Los pecadores que cometieron pecados que merecían la muerte y huyeron a la ciudad de refugio representan a la humanidad. Para ayudarnos a comprender este hecho, Jesús nos enseñó lo siguiente:

“Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. [...] Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”

- Mateo 9:12-13

Jesús vino del cielo a esta tierra para buscar y salvar lo que se había perdido.[10] Ya que Jesús dijo que había venido a buscar lo que se había perdido, y a llamar a los pecadores, podemos entender que todos los hombres en esta tierra son pecadores espirituales que se habían perdido por pecar en el cielo.
En el libro de Ezequiel e Isaías hay ejemplos que muestran nuestras vidas anteriores y nuestros pecados, que hicieron que fuéramos expulsados del cielo.[11][12] La historia de Adán y Eva siendo expulsados del Edén por violar la ley de Dios de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal es una copia que muestra que los hombres, que eran ángeles en el cielo, fueron expulsados por haber cometido tales pecados.[13][14]

Jesús, el Sumo Sacerdote

La Biblia profetizó que el Santo de los santos sería ungido.

“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.”

- Daniel 9:24

Está escrito que cuando el Santo de los santos sea ungido, terminará la prevaricación y pondrá fin al pecado. Esto significa que Dios, el Santo de los santos, aparecerá como el ungido para perdonar los pecados de toda la humanidad. Fue Jesucristo quien vino a esta tierra hace dos mil años conforme a esta profecía.

“Y [Jesús] aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.”

- Hebreos 5:8-10

Jesús vino como el sumo sacerdote ungido. El sumo sacerdote, que era el santo ungido en la ciudad de refugio, es una profecía acerca de Jesús,[10] que vino a esta tierra para salvar a los seres humanos, los pecadores espirituales.

La tierra, la ciudad de refugio

Los pecadores de la ciudad de refugio eran liberados de ella gracias a la muerte del sumo sacerdote, y regresaban a su patria. La Biblia también nos habla de nuestra patria a la que regresaremos a través de la muerte de Jesús, que vino a esta tierra como el Sumo Sacerdote.

“pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial”

- Hebreos 11:14-16

El escritor de Hebreos señaló que la patria, donde los antepasados de la fe anhelaban regresar, era la patria celestial. Esto indica que la patria fundamental que los seres humanos deben anhelar es el cielo, no esta tierra, y que la tierra es la ciudad de refugio espiritual donde moran los pecadores.

Cómo regresar a la patria celestial

En los tiempos del Antiguo Testamento, los pecadores confinados en la ciudad de refugio podían regresar a su patria solo después de la muerte del sumo sacerdote ungido. Asimismo, los hombres que viven en esta tierra, la ciudad de refugio espiritual, pueden regresar a su patria celestial mediante la muerte de Jesús, el Sumo Sacerdote. Por esta razón, los apóstoles Pedro y Pablo escribieron que podemos recibir el perdón de pecados a través de la muerte de Cristo, es decir, de la sangre del sacrificio de Cristo.[15][16] Para los pecadores de la ciudad de refugio, recibir el perdón de pecados significa que pueden regresar a su patria. En los tiempos del Antiguo Testamento, los pecadores de la ciudad de refugio no podían regresar a su patria sin la muerte (sacrificio) del sumo sacerdote. De la misma manera, no hay otra forma de regresar a nuestra patria celestial que recibir la sangre del sacrificio de Cristo, el Sumo Sacerdote. Jesús nos enseñó la manera de recibir la sangre de su sacrificio. Es guardar la Pascua del nuevo pacto.

“Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. [...] Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”

- Mateo 26:17-28

Jesús vino a la tierra como el sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.[17] Así como Melquisedec dio la bendición a través del pan y el vino,[18] Jesús prometió la bendición del perdón de pecados a la humanidad a través del pan y el vino del nuevo pacto. Por consiguiente, no podemos participar en la sangre de Cristo simplemente por pensar que creemos en Jesús. Al guardar la Pascua del nuevo pacto, podemos regresar a nuestra patria celestial a través del sacrificio de Cristo, el Sumo Sacerdote.

Véase también

Referencias